Huelva

Contaminación: historia y estigmas

  • El último dosier de la revista 'Andalucía en la Historia', coordinado por Juan Diego Pérez Cebada (UHU), abunda en las raíces históricas de la actual crisis ecológica Tacha de "caótico" el desarrollo de la ciudad a finales del siglo XIX

Volver la vista atrás sirve para reconocerse (ya sea para bien o para mal), extraer conclusiones y aprender de los errores. Si se aplica este sano ejercicio a la batalla contra la contaminación, un asunto que ha acarreado evidentes mejoras pero que "dista mucho de estar ganado", se impone la realidad de que "en los momentos en los que ha habido consenso social, como ocurrió en los 80, es cuando realmente se han conseguido avances importantes".

Así lo valora Juan Diego Pérez Cebada, profesor titular del área de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Huelva (UHU). Para apoyar esta conclusión, el investigador explica que, por ejemplo, en los años 70 los niveles de emisiones de SO2 (dióxido de azufre) se redujeron como consecuencia del amplio consenso social que hizo que las autoridades respondieran. "Seguramente deberíamos volver a esa postura para seguir enfrentándonos a un problema que sigue ahí", señala.

Pérez Cebada realiza esta reflexión al hilo de la presentación, por parte del Centro de Estudios Andaluces, del último número de la revista Andalucía en la Historia, que dedica su dosier principal a la Contaminación, una historia oculta. La publicación, coordinada por el docente de la Onubense, aporta cinco monografías que ofrecen, desde un punto de vista divulgativo pero sin abandonar el rigor científico, una aproximación a la historia de la contaminación en Andalucía a cargo de los profesores Andrés Sánchez Picón (Universidad de Almería), Pablo Corral Broto (Universidad de Granada-Centre Maurice Halbwachs de París), Juan Infante Amate (Pablo de Olavide), la doctora en Historia Nadia Martínez Espinar, y el propio Pérez, que contribuye con Huelva, una ciudad insalubre.

El título del artículo, tal y como explica, no es suyo, sino recogido por El País. Su contexto no es otro que el de los años 70, cuando el periódico encabezó una campaña importante sobre el problema de la contaminación. La publicación recogía las palabras de José Jiménez Villarejo, fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Huelva, quien en la Memoria presentada por el Tribunal Supremo al Gobierno en 1976 calificaba en estos términos la situación medioambiental de Huelva. Fue "el primero" que habló de ella como ciudad insalubre, una consideración "llamativa a esas alturas".

Esta imagen negativa de Huelva, cuando se observa en perspectiva histórica, "no se pierde en el tiempo", sino todo lo contrario. No en vano, Pérez Cebada señala que a finales del XIX los periódicos nacionales consideraban la provincia como muy industriosa y explotadora, de forma muy productiva, de sus yacimientos mineros, aunque con el tópico de "la Huelva de los humos", en relación a los problemas de degradación ambiental en la Cuenca Minera y muy especialmente al Año de los Tiros.

"Esto se vuelve a repetir de forma significativa en los años 70 y sobre todo 80 del siglo XX, en periódicos como El País o El Correo de Andalucía, entre otros. Por lo tanto, nos persigue esa clase de estigma de provincia y de ciudad contaminada desde hace un siglo, lo cual es un motivo de reflexión, ya que en la actualidad a veces nos encontramos con la desagradable sorpresa de que en medios nacionales esto se mantiene", señala.

En su artículo, el científico aborda también los inicios de la revolución industrial de Huelva, cuando el capitalismo entró por la puerta grande a finales del XIX gracias al boom de las minas y a la situación estratégica del Puerto, dando lugar a un proceso de crecimiento económico realmente muy potente pero con consecuencias socioambientales.

El desarrollo de la ciudad a finales del XIX fue "caótico" desde el punto de vista de la ordenación del suelo urbano, al no responder a la racionalidad, sino a las necesidades de las empresas que, de forma muy rápida, se instalaban: "El Ayuntamiento facilitó hasta donde pudo suelo industrial, pero obviamente no hubo ningún tipo de regulación del espacio hasta las ordenanzas municipales de 1893, que evidenciaron que había un problema grave de contaminación ya desde el principio".

La normativa consideraba como industrias peligrosas a las metalúrgicas y fundiciones, sacándolas del centro urbano. Esa política de zonificación es, según precisa el autor del artículo, muy característica de otras grandes ciudades industriales del mundo y, sobre todo, "nos pone sobre la pista de una cuestión que es muy actual: la relación directa entre la contaminación y la organización urbana".

El tiempo constata, según relata, que los problemas de contaminación en muchas ocasiones no tienen continuidad, algo que ocurre en el caso de Huelva: los hubo, y "graves", a finales del XIX y en el segundo y tercer decenios del XX. Cuando la concienciación social aumentó, en el periodo de entreguerras se realizó incluso una recogida de firmas por la descarga del carbón en el Puerto. Protestaban así más de cien vecinos de las zonas aledañas por las molestias y "la influencia sobre la salud".

Más novedosa aún si cabe, por temprana y por pionera, fue la normativa municipal adoptada en 1938, denominada Impuesto sobre mercancías productoras de polvo dañino. En un momento delicado (Guerra Civil), las nuevas autoridades impusieron el establecimiento de un gravamen sobre la carga y descarga de minerales en el Puerto y recurrieron como explicación a "razones de salud pública". Fueron capaces de poner en marcha, según recoge el experto, una normativa muy nueva y original en el contexto del bagaje legal contra la contaminación de este país. Pero la decisión "levantó una oposición muy fuerte en las grandes empresas, que se unieron en un lobby y ejercieron presión sobre las autoridades locales y nacionales". Sin embargo, el impuesto "al menos duró hasta 1949", de modo que tuvo una vigencia larga a pesar de encontrarse de frente con la Rio Tinto Company y la Tharsis Sulphur, las dos grandes empresas mineras que, a su vez, eran grandes multinacionales.

Con la instalación del Polo Químico llegó el activismo tal y como lo entendemos en la actualidad. Entonces se produjo "un cambio cualitativo y cuantitativo fundamental" vinculado a la denominada "era ecológica". Porque, según sostiene Pérez Cebada, en los años 60 y 70 Europa vivió un proceso de concienciación pública sobre los problemas medioambientales que, aunque tarde, también experimentó España y Huelva.

El Polo, exitoso desde el punto de vista económico, tuvo "consecuencias en forma de contaminación muy importantes y además "muy pronto": se constituyó en 1964 y en 1965 y 1966 ya hubo incidencias, en principio entre las propias empresas.

La primera protesta conocida, según asegura el profesor, respondió a "los problemas que causaron las emisiones de polvo de la Central Eléctrica Cristóbal Colón sobre la vecina fábrica de ácido sulfúrico de Rio Tinto Minera". De hecho, "esos polvos obligaron a detener los procesos de producción de la segunda planta".

Después llegaron conflictos laborales porque los trabajadores, a través de las instancias oficiales, "comenzaron a quejarse de la influencia en su trabajo y en su salud" y, ya en los 70, la contaminación terminó por convertirse en "un problema de salud pública", cuando una parte importante de la población comenzó a movilizarse. Más de medio siglo después de la aparición del Polo de Desarrollo, el experto cierra su artículo recordando que Greenpeace habla de "el peor caso de contaminación de Europa". La asociación ecologista se refiere de esta forma a las polémicas balsas de .

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