Huelva

El Nazareno que movía la devoción

  • El sermón comenzaba a las cuatro de la madrugada y concluía dos horas después

El sermón del paso era una de las prácticas piadosas y catequéticas que conformaba una de las señas de identidad de la Semana Santa onubense, hasta final del XIX, llena de fervor y espiritualidad, según constatan las crónicas de la época. Una celebración afianzada en el tiempo. En 1635, en las obligaciones entre la hermandad y el convento de la Victoria donde residía, se marcan las condiciones que debía guardar el convento y especifica que "el Viernes Santo quando sale la procesión le tiene de acompañar la Comunidad dando la cofradía sera y a de aver sermón este día y a más el domingo tersero de quaresma en el altar de el cabildo an de dar quarenta reales de limosna" (sic).

Los estatutos que contienen las escrituras de 1713 dejan claro "que el Viernes Santo de cada un año ha de acompañar la referida Comunidad la procesión de Nuestro Padre Jesús que se intitula la del paso y ha de predicar dos sermones, uno antes de salir la procesión y otro en la plaza del Señor San Pedro".

Relata así lo que había que hacer en la Madrugada. Ahora es interesante conocer cómo se realizaba, imágenes y patrimonio que tenía la cofradía. En el testamento de Josefa de la Cruz, de 12 de febrero de 1859, se describe el altar donde están las imágenes: "El altar con la imagen de Jesús, la Virgen de los Dolores y San Juan, que están en la parroquia de la Concepción en la capilla que se llama hoy del Sagrario, contigua a la sacristía, y además la imagen de la Verónica que se halla en mi casa habitación". Pero, además, por este documento se sabe cómo iban las imágenes a San Pedro: "Tienen sus andas respectivas, habiendo además tres insignias, un guión, paso y sale el Viernes Santo de cada año por su mañana".

Todo pasará a los bienes de la parroquia y así aparece en el inventario de 1863. En el epígrafe correspondiente a la capilla del sagrario se detallan las pertenencias: "La ropa de las imágenes. Tres potencias de plata sobre dorada del Señor. Una corona de plata de la Virgen. Una diadema de plata de San Juan, en poder de doña Josefa de la Cruz, a quien pertenece la propiedad. Cuatro esquinas de plata sobre doradas de la cruz del Señor, en poder de José Pérez carpintero, a quien pertenece".

Haría falta ahora conocer cómo era el desarrollo del sermón del paso. Pedro Garrido Perelló se encarga de ello en La Provincia, en 1935, al recordar la Semana Santa de antaño. En la Plaza de San Pedro "toda Huelva acudía al acto religioso para presenciar la representación del drama del Calvario y oír la santa palabra del párroco que describía apasionadamente los distintos pasajes de la Pasión, haciendo derramar copisosísimas lágrimas a nuestras abuelas que lanzaban hondos suspiros salidos del alma".

Se llenaba hasta los porches de la iglesia y el púlpito se colocaba "amarrado al tronco de un álamo blanco que había en las proximidades de lo que hoy es Cámara de la Propiedad Urbana [en la actualidad el Instituto de la Mujer]".

"Comenzando el sermón a las cuatro en punto de la madrugada", según refiere Pedro Garrido Perelló. El desarrollo del mismo era que "a medida que el cura iba describiendo el sublime drama, llegaban a la plaza por las distintas bocacalles pequeñas andas con la Verónica, la Magdalena, San Juan, la Virgen y el Señor con la Cruz a cuestas que daba las tres caídas, volviendo las imágenes en procesión a la parroquia a las seis de la mañana en que terminaba el acto religioso".

La nota típica es que el público "acostumbraba a comprar los alfajores en esa madrugada y era tal la cantidad que se consumía, que la plaza quedaba materialmente alfombrada con los papeles blancos picados en que estaban liados", concluye Pedro Garrido Perelló.

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