Huelva

Huelva bate este año su propio récord de homicidios

  • No ha acabado 2014 y ya ha registrado siete crímenes, más del doble que el año pasado: tres por arma blanca, otro por arma de fuego y tres cuya causa está por esclarecer

El Instituto de Medicina Legal de Huelva (IML), como sus homólogos en Andalucía, fue creado en 2003 y empezó a rodar en 2004, hace un decenio. Con anterioridad, los médicos forenses de Huelva trabajaban de forma independiente, adscritos a los dispersos juzgados provinciales y con guardias de 24 horas los 365 días del año.

Mucho han mejorado las cosas en los últimos diez años, como celebra la coordinadora de los IML de la comunidad autónoma, quien dirige además el Instituto en Huelva, Carmen Álvarez, al tiempo que explica que la plantilla actual la conforman 14 médicos forenses, cuatro personas de tramitación, un auxilio judicial, tres auxiliares de autopsia, dos psicólogos, una trabajadora social y el secretario.

El trabajo también se ha especializado. Ahora se divide entre el servicio de Clínica (el más ingente y desconocido) y el de Patología (el más popular).

Once de los forenses del IML de Huelva dedican la mayor parte de su tiempo al Servicio de Clínica Médico-Forense, que opera desde la central de la Avenida de Alemania y que pone el foco de sus periciales, sobre todo, en la valoración del daño personal, es decir, en el análisis de las lesiones que sufren los vivos como consecuencia de un accidente de tráfico, de una agresión o de un siniestro laboral

En lo que va de año, precisa Carmen Álvarez, "hemos emitido 9.239 informes a los juzgados de Huelva y sus partidos judiciales de este tipo".

En el Servicio de Clínica también se realizan las valoraciones de las denuncias por mala praxis o de la capacidad laboral (incapacidad permanente o absoluta, revisión de grado...). Estas últimas mantienen un ritmo ascendente en los últimos años. "Ahora llevamos las mismas que al cierre del año pasado, unas 300".

El de Patología Forense es el servicio que más se conoce del Instituto de Medicina Legal. Tres facultativos se dedican en cuerpo y alma, de lunes a viernes y en turno de mañana, a realizar las identificaciones y las autopsias de los fallecidos para tratar de dar con las causas de la muerte, siempre que ésta sea violenta o sospechosa de criminalidad. Trabajan en la sala dispuesta para ello en el tanatorio Atlántico (el nuevo) de la capital.

El fin de semana, los otros médicos forenses del servicio se turnan con ellos para realizar las guardias de un máximo de 24 horas, "por lo que todos hacemos autopsias y levantamientos de cadáveres", señala la directora del IML onubense.

Cada año, los especialistas del Instituto de Medicina Legal de Huelva llevan a cabo una media de 200 autopsias. Hasta esta semana ya se habían contabilizado en la provincial 164 y en 2013 se realizaron 236, el volumen más elevado del último lustro. De esos casos investigados el año pasado, 120 (el 50,8%) eran muertes violentas. El resto, naturales.

Desde 2010 a esta parte, los fallecimientos por causas violentas o sospechosas de criminalidad han ido in crescendo. Si en aquel ejercicio se inventariaron 94, en 2011 ya eran 99. En 2012 superaron el centenar hasta alcanzar las 120 del pasado ejercicio.

Las muertes violentas se clasifican como suicidios, homicidios o accidentales.

Dice Álvarez que no puede enlazarse directamente el repunte de los suicidios con el complicado momento que vivimos, "aunque algunos de ellos sí se relacionan directamente con situaciones económicas complicadas y que conocemos por los antecedentes del fallecido y por lo que nos cuentan sus familiares". Pero no en todos los casos se dispone de esta información objetiva, por lo que la facultativa prefiere no realizar una afirmación categórica.

La aplastante contundencia de los datos habla por sí sola. En 2010 se contabilizaron 31 suicidios en la provincia de Huelva. El año pasado, 52, un crecimiento del 67,7% en un trienio. Respecto a los de 2012 (38), los suicidios aumentaron un 36,8%.

Y eso que los intentos de suicidios "no los valoramos nosotros, eso se hace en el hospital". A pesar de todo, parece que la trágica coyuntura está remitiendo. Desde enero hasta esta semana habían conseguido quitarse la vida voluntariamente 27 ciudadanos de nuestra provincia.

Siete homicidios se produjeron en Huelva desde enero a esta parte. Y 2014 aún no ha terminado. Son más del doble que el ejercicio pasado, cuando tres personas -entre ellas, las víctimas del doble crimen de Almonte, Miguel Ángel Domínguez y su hija- perdieron la vida a manos un desalmado. La directora del Instituto de Medicina Legal, de hecho, constata que "es el récord en la provincia", donde hasta ahora el mayor repunte de este tipo se había producido en 2012, con 5 homicidios. En 2010 sólo se inventarió uno.

De los siete homicidios que se han producido en lo que va de 2014, tres se llevaron a cabo con arma blanca. El cuarto fue con arma de fuego. Los tres restantes se encuentran todavía en plena investigación, por lo que no se ha determinado si, definitivamente, acabarán encuadrados en esta categoría o pasarán a la de accidente (algo que parece poco probable).

Nuestra provincia registra una media de 60 muertes accidentales cada año, que significan el 54,5% del total de autopsias realizadas por los facultativos del IML en 2013, por ejemplo, cuando se contabilizaron 65 (un 12% más que en 2012). Carmen Álvarez apunta que, dentro de ellas, las que "sí están disminuyendo son las muertes por accidentes de tráfico", una buena noticia.

Cuando acontece un fallecimiento violento, la Guardia Civil o la Policía Nacional lo notifican al juzgado, que es el que contacta con el forense de guardia. Éste se persona en el lugar de los hechos y empieza a trabajar de inmediato: "En Medicina Forense decimos que la autopsia comienza en el levantamiento del cadáver", afirma Carmen Álvarez.

Por su propia experiencia, afirma que en lo primero que se fija al llegar al lugar donde ha aparecido el cuerpo es en si es ése o no el escenario del crimen, "si está ordenado o no, si hay medicamentos que te puedan hacer pensar en una intoxicación...".

Y luego posa su vista en el cadáver. "Buscamos signos de violencia y estudiamos lo que llamamos fenómenos cadavéricos, que son lo que nos van a orientar hacia el momento de la muerte". Se toma la temperatura al fallecido para tratar de datar la hora del fallecimiento, "uno de los problemas más difíciles de resolver para un médico forense", y se analizan todas aquellas marcas que puedan ayudar a saber si el cuerpo "ha sido movido, si ha permanecido o no en la misma postura, etcétera". Se observan y fotografían todas las manchas o salpicaduras de sangre, los restos biológicos que haya en el escenario, siempre en colaboración con la Policía Judicial.

Todos estos datos se remiten al Servicio de Patología Forense, que será quien continúe con el trabajo: la autopsia.

En la sala de autopsias el forense realiza primero un examen externo del cadáver. Busca marcas, lesiones reconocibles que le ayuden, finalmente, a determinar la causa de la muerte de esa persona. Luego pasa al examen interno, "con la apertura de las tres cavidades: la craneal, la torácica y la abdominal". Toma muestras que luego se remitirán al Instituto Nacional de Toxicología de Sevilla "para saber si la víctima estaba o no drogada, si sufrió un infarto o la vitalidad de las lesiones (si éstas se produjeron en vida o no)".

Con todos los resultados se elabora el informe que concluye si se trata de una muerte natural o violenta. Si es violenta, se clasifica en etiología suicida, accidental u homicida.

La Junta de Andalucía ha provisto a los médicos forenses de Huelva de los trajes homologados para que puedan protegerse del ébola. La directora del IML onubense detalla que "en caso de ébola la autopsia no se hace nunca, porque los fluidos del cadáver son los que tienen la mayor carga viral; pero sí podemos realizar el levantamiento de un cadáver que pudiera ser sospechoso de tener la enfermedad y debemos ir protegidos".

Además, los médicos forenses asisten de dos en dos y durante tres días a la semana al hospital Juan Ramón Jiménez, donde acuden a los mismos cursos en que los médicos del centro aprenden a quitarse y ponerse el traje de forma correcta gracias a un convenio rubricado entre las Consejería de Justicia y de Salud. En paralelo, "se han hecho unas guías y protocolos de actuación que han sido también pioneros en los IML andaluces por nuestra situación geográfica, aunque aquí no suelan llegar pateras".

Los médicos forenses son minuciosos. Tratan de localizar el por qué de la muerte, "recomponer el puzle", indica Álvarez. Este elevado nivel de concentración, de responsabilidad por la trascendencia de lo que uno hace (un mal informe puede dejar libre a un asesino), lleva al especialista a separar "muy bien lo profesional de lo personal" cuando está en sus labores. "Estás tan centrada en buscar esto que es cierto que en el día a día no estás pensando en la tragedia que hay detrás", algo de lo que uno toma conciencia cuando tiene contacto con los familiares. Ahí se desata la tormenta emocional.

Para la directora del IML, los casos más impresionantes son "las muertes de niños". A ella personalmente, confiesa, el asunto que más le sobrecogió "fue el doble crimen de Adoratrices", acontecido en 1996 y por el que fue condenado a 53 años José Manuel Bellerín, asesino de su mujer y su hija, de 11 años. "Me tocó levantar los cadáveres".

El desapego del forense a los cadáveres es un mecanismo de defensa lógico. "Llegamos a ver tantos cuerpos sin vida que mientras que la gente piensa '¿por qué a mí?', nosotros pensamos, '¿y por qué a mí no? Ésa es nuestra filosofía".

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