Huelva

El Preludio de Eduardo Pereiro

  • Una obra sin vestimenta y totalmente desnuda es considerada el bautizo de este joven en la fotografía

Algunas veces se prefiere la tranquilidad de la tarde, alejado quizá un poco del bullicio de su momento, para adentrarse en un espacio que combina lo lúdico con el arte o el silencio con la imagen.

En esta ocasión, el colorido de las jacarandas se sustenta para dar paso al blanco y negro o para no distraer la mirada y dejar que ésta se fije en cada una de las imágenes que Eduardo Pereiro coloca en el Gin Club de la localidad de Ayamonte.

Preludio es la primera exposición de este joven despeinado pero de unas ideas algo más que claras. Esta obra se considera su bautizo de fuego al mostrar su trabajo sin vestimenta, desnudo, simple y sin más nombre que ese Preludio. Todo su esfuerzo y trabajo es fruto de tres años fotografiando en la calle, buscando gente que, sin ser especial, dice mucho en la imagen. Este joven sabe cómo capturar una imagen y encerrarla en un marco sin rejas. Transmitir lo que ve sin modificar la realidad y dejar que sea el espectador quien logre definirla.

Eduardo Pereiro lleva a cuestas no sólo la cámara y su objetivo fijo, sino un cargamento de rebeldía y de indignación con muchas de las cosas que le rodean, lo que le hacen mostrarse incómodo o ajeno a muchas de esas circunstancias que le rodean. Busca afanosamente el retrato, el instante, la realidad, pero le hace perder su color y le da su arte que lo transforma en escala de grises. Mira a París y sus avenidas, sus gentes y su bohemia, pero se pierde por las calles de Ayamonte aunque él venga del Jerez más idéntico o más sabio.

Para esta primera exposición, Eduardo selecciona 13 fotografías de formato medio, dos de gran tamaño y quince pequeñas. Todas recreadas en escala de grises. Secuencias de lo cotidiano. Siempre en formato digital. Para recargar las baterías de la creatividad y antes de cada incursión en el mundo que le es más próximo, lee, escucha música, se deja llevar por sus autores preferidos, escupe su personalidad por el visor lo filtra todo y lo hace suyo, sin más. Así es como en esta Plaza de la Lota, frente a un café y un par de cámaras, este artista se deja arrastrar por la intuición y observa a su alrededor sin hacer nada de ruído. Ese momento de los tonos grises, de la ausencia y del color.

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