Huelva

El desconcierto de las aceiteras

Desconcierto y descontento, a partes iguales. El sector de la hostelería ha comenzado el año con la obligación de eliminar en sus establecimientos los envases rellenables de aceite para el público. A pie de calle es prácticamente unánime el desconocimiento de la nueva norma, adoptada por el Gobierno a la estela de Italia y Portugal. Aunque la mayoría también cree que le perjudicará por el sobrecoste que supondrá la adquisición de las nuevas botellas irrellenables o, como alternativa, las monodosis en envases de plástico. Ya adelantan, a la espera de que a partir del 1 de marzo sea de obligado cumplimiento, que los precios de los desayunos y de las ensaladas subirán como regla general y repercutirá directamente en el bolsillo de la clientela.

La normativa aprobada en noviembre ya fue considerada desde el sector "no positiva". El secretario general de la Federación Española de Hostelería, Emilio Gallego, aseguró entonces que es "evidente que va a provocar un aumento de los costes de aprovisionamiento de una materia prima muy utilizada en los bares y restaurantes", además del problema añadido por la generación de un mayor volumen de envases plásticos y vidrios no retornables "muy importante" para reciclar.

En los establecimientos de la capital onubense tienen la misma visión: se genera un problema de costes y medioambiental, además del "desperdicio" que, dicen, conllevan soluciones como las monodosis. "Hay quien se echa cuatro gotas y quien necesita tres tarrinas para una tostada. A parte de la suciedad que provoca tener un envoltorio que se vuelca y pringa toda la mesa", apuntan.

"Nosotros tuvimos monodosis y lo tuvimos que dejar. Costaba cada una treinta céntimos y era un desperdicio de aceite", cuenta Carlos García, de Abacería del Conde. "Va a ser una medida que repercutirá en el bolsillo de los clientes. Si un café con media tostada cuesta ahora 1,50 euros, pasará a costar 1,90, seguramente", añade.

Pedro Cervantes, propietario del bar Suizo Chico, se queja de que no saben nada, "sólo lo que hemos visto por televisión". "El aceite que servimos es bueno, de garrafas de 5 litros de cooperativas de Candón y Huévar. Cualquier cliente puede pedirnos los envases y comprobar su procedencia. Está claro que debe haber control pero al inicio de la cadena, no en nosotros, que somos el último eslabón. Esto es un coste más que debemos soportar ahora, unido a otras cosas, como la subida de la luz, del agua, del IVA y muchas más cosas. Cada vez nos lo ponen peor y muchos van a tener que cerrar los negocios", explica Cervantes.

En la misma línea, Manuel Alfonso Peláez, de bar Con mucho arte, cree que la medida "es otra desvergüenza más de este Gobierno". "No nos han avisado ni dicho nada y se ve que van a beneficiar a empresas grandes y van a perjudicar a pequeños empresarios de la hostelería y se van a llevar por delante a productoras aceiteras pequeñas, por no hablar del impacto ecológico que tendrá".

"Los costes van a subir -continúa Peláez- y muchos no van a poder competir. Vale que se haga por la higiene con la mantequilla pero que también controle Sanidad el jamón de mala calidad, el tabaco o la carne de los restaurantes de comida rápida".

Frente a las voces críticas, también hay quienes no ven mal la prohibición de las aceiteras rellenables, más que nada porque no las utilizan. Manuel Jurado, de la cafetería Segafredo, utiliza monodosis "hace muchos años" por considerarlo "más cómodo, más higiénico y más presentable". "Los costes son mayores pero sólo de 9 céntimos por unidad: No me gusta utilizar envases que se pringan de aceite por el uso", afirma.

Juan Álvarez, de Salón Plus Ultra, es partidario de que "haya menos manipulación". "Usamos monodosis porque es más higiénico y es lo que la gente quiere", dice.

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