Ramón fontseré - actor principal de els joglars

"Detrás de la lucha contra el cambio climático hay mucha política de aparador"

  • La prestigiosa compañía catalana Els Joglars sube desde esta noche y hasta el domingo al escenario del Gran Teatro (21.00 horas) con su obra La cena, una sátira sobre la defensa del medio ambiente

Els Joglars llega esta noche a Huelva con la intención de no dejar indiferente al público. En La cena, un elenco de excelentes actores entre los que destaca Ramón Fontseré (actor principal) se mueve bajo la dirección de Albert Boadella para poner sobre el escenario una sátira que se desarrolla en distintos ámbitos, centrada en el medio ambiente y el cambio climático.

-La cena es un espectáculo que persigue "golpear conciencias", según Els Joglars.

-Así es. Pretendemos satirizar y criticar todo este tema de la lucha contra el cambio climático, con el que ahora nos bombardean constantemente, pero detrás del que hay mucha política de aparador, mucha impostura, mucha doblez. Creemos que una de las maneras más civilizadas de luchar contra esto es a través de esta sátira.

-¿Tiene muchos golpes de humor?

-No es un espectáculo especialmente humorístico, aunque sí mantiene al espectador con una sonrisilla. Hacemos encaje de bolillos entre todo esto del medio ambiente, por el que todo el mundo se echa las manos a la cabeza pero nadie hace nada. Es la hipocresía de un Al Gore, entre tantos, que nos presenta 'Una verdad incómoda' pero que usa un jet privado que debe contaminar más que mi coche, seguro. Son como el Tartuffo de Molière. Los tartuffos florecen como champiñones en el campo, son pícaros que se saben aprovechar de esta situación y nos empujan al consumismo (que es lo que más deshechos produce) y así el planeta se va al garete.

-Es una obra muy oportuna en una ciudad como Huelva, con su Polo Químico y los fosfoyesos, que generan gran controversia. ¿Cómo cree que recibirá el público este espectáculo?

-Seguro que bien porque, por experiencia, sé que el público onubense es cálido y cariñoso. Uno de los objetivos de los comediantes es que el espectador salga de una manera diferente de como ha entrado. Tenemos que ser provocadores, catárticos. El espectador se va a encontrar con un espectáculo que le va a hacer reflexionar. Es más fácil creer que pensar, como decimos. Por comodidad no queremos ver las cosas que nos hacen tragar los pícaros esos de los que hablaba antes. Es necesario provocar para agitar conciencias.

-En esta función aparecen múltiples personajes, algunos tan insignes como Galileo, el Dalai Lama o el mismísimo Papa.

-Galileo aparece porque fue una de esas personas capaces de cambiar el mundo a costa de que le tomaran por loco. Un ejemplo a seguir. Luego, el Dalai Lama o el Papa forman parte de ese buenismo que hay con personas como Rigoberta Menchú, que son muy altruistas, pero deben cobrar un sueldo impresionante y dormir y comer en lugares magníficos. Ésa es la política de aparador. Si es verdad que el mundo se va a la mierda, que hagan algo, pero que hagan algo ya. Dicen que hacen mucho por el cambio climático, hay muchos congresos que cuestan mucha pasta al dinero público, pero no sé en qué se nota.

-También interviene la gastronomía en 'La cena'.

-Sí, hemos querido mostrar esa faceta porque es como la eclosión de unos nuevos dioses, los cocineros, que ahora con esto de que se pelean entre ellos mientras presentan una deconstrucción de la tortilla son lo más de lo más. Mi personaje es precisamente un chef de cocina un tanto especial, una especie de gurú mesiánico cocinero de última generación.

-¿Qué deja usted en su personaje y en los otros que interpreta y viceversa?

-Hay algo, pero siempre con una dosificación para que uno no acabe en un psiquiátrico. También los ensayos nos permite encontrar matices y caminos que nos permiten jugar.

-Lleva en la compañía desde 1983. ¿Cómo ha evolucionado desde entonces?

-He ganado en experiencia. Sin embargo, sigo poniéndome nervioso en el escenario, sobre todo en los estrenos. Y es algo que ha ido a peor con los años, no sé si es por la responsabilidad. Antes era un inconsciente. Eso sí, uno tiene sus secretos y más agarraderas.

-¿Cómo es trabajar bajo la batuta de Albert Boadella?

-Es un privilegio, una suerte. Siempre si te gusta este tipo de batuta, claro. El sistema de trabajo es muy interesante, en el monte, en un paisaje idílico durante seis meses. Es enriquecedor y una experiencia realmente interesante.

-Le oí decir una vez que actuar es engañar al público.

-Sí. El actor tiene que ser un poco cabroncete en este sentido. Albert siempre dice que en el escenario impacta más una muerte simulada que una muerte real. Una vez calcularon mal y pusieron más pólvora mezclada con papel de periódico de la cuenta en una escena de un fusilamiento y le dieron al actor. La bolita de papel se le incrustó y estuvo a una milésima de milímetro de perforarle el pulmón. Entonces cayó al suelo y Albert pensó: "¡Qué mal ha hecho hoy la caída!". La simulación es nuestro arte, el arte de engañar al público para emocionarle.

-¿Qué tiene pensado hacer en los próximos meses?

-En verano rodaré una peli y el año que viene por primavera, si todo va bien, publicaré una novela sobre el mundo rural de los antihéroes.

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