Historia menuda

Historia del cine Apolo (I)

EN la santa reliquia de la historia vieja de Huelva, en la antigua carretera de Sevilla que viera pasar de manera vertiginosa a las diligencias que hacían el trayecto Huelva-Sevilla y viceversa y que hogaño recibe en el nomenclátor la denominación de Avenida Alcalde Federico Molina, se inauguraba el domingo, 13 de julio de 1958, a las nueve y media de la noche, un cine que en el libro inconcluso de la memoria de muchos onubenses ocupa un lugar, un recuerdo, un episodio. Nos referimos al Cine Apolo, cuya historia tuvo dos capítulos, ya que primero fue cine de verano, al que se le adosó más tarde el local cinematográfico cerrado.

La Empresa González Barba estuvo plena de aciertos: Emplazó el cine en una zona donde convergía y converge siempre una gran animación como es la de la Isla Chica, dio las directrices de que el nuevo local estuviese inspirado artísticamente en el estilo andaluz, aceptando el proyecto del arquitecto José María Morales Lupiañez, que fue auxiliado para llevarlo a cabo por el perito aparejador José María Fernández Cabeza y el contratista de obras onubense Ricardo García Quintero, quienes supieron interpretar con toda fidelidad las ideas y proyectos de los señores González Barba; los elementos de que estaba dotado el cine eran los más modernos, proviniendo de la casa americana Westrex Company, con sucursal en Barcelona. Tanto la cabina como su instalación de sonidos (calidad de sonido que correspondía a la más exigente fidelidad) y proyección (proyección novísima que daba nitidez a escenas obscuras y otras que por dificultades de la cámara no permitían dar una impresión real) podían alardear de ser idénticas a los que funcionaban en los mejores cines del mundo; la amplia sala destinada al público tenía unas amplias dimensiones y hasta el nombre, Apolo, lo ostentaban diversos cines esparcidos por todo el mundo.

Los deseos de la empresa de servir de la manera mejor posible los intereses recreativos de los ciudadanos de Huelva eran manifiestos. Así, a la vez que inauguraba su sala de verano, construía el que sería espléndido cine de invierno.

El martes, 15 de julio de 1958, el diario Odiel se hacía eco de la brillante inauguración:

"De verdadero acontecimiento podemos calificar la inauguración, celebrada el domingo por la noche, del Gran Cine Apolo, en su local de verano, que la Empresa González Barba ha construido en la populosa barriada de Isla Chica.

En sus dos sesiones, el público llenó por completo todas sus localidades, dándose el caso de que en la primera de ellas éstas fueron insuficientes, teniendo que esperar a la segunda centenares de personas, ávidas de disfrutar del grato ambiente de que está dotado el magnífico local, así como de la gran película anunciada.

La proyección en color de Cuando ruge la marabunta fue un éxito extraordinario por cuanto que el colorido y buenas fotografías de las junglas, destacan de manera muy interesante, observándose los primeros y segundos planos a la perfección. El diálogo, que por su interés es notable, está muy bien reproducido de acuerdo con el tono de la película…".

Los señores González Barba, siempre magnánimos, repartieron para esta inauguración trescientas entradas a familias muy humildes y la recaudación la cedieron íntegramente a las familias más humildes de aquel sector.

Este cine de verano, además de desarrollar su cometido cinematográfico se utilizó en otras manifestaciones artísticas y deportivas. Así, el sábado, 12 de julio de 1960, a las once de la noche, actuaron Antonio Machín y su Orquesta, Enrique Montoya, Rafael de Córdoba, el cómico Kito, la bellísima musa huelvana de la canción Carmen Jara, Isabelita España, las hermanas Campo y Miguelito de Zaragoza.

La inauguración del cine Apolo de invierno no se hizo esperar. El edificio donde se asentaba iba emparejado al sólido prestigio de la Empresa que lo había mandado construir. Sobrio en la línea, de bella traza. El diario Odiel describía así su fachada:

"… Comienza por atraer el sencillo encanto de su fachada, con aire de típico colonialismo, a la que da relieve su porche y el airoso rótulo que denomina al cine iluminado con bien combinado fluorescente rojo y azul que se extiende también por friso del tejadillo. Prestan gracia a la amplia superficie los ojos de buey y rejas que tiene a cada lado, así como las cinco ventanas que han sido dispuestas en la parte superior del tejadillo o marquesina, rematados, en cada esquina por dos terrazas con macetas.

Todo, dentro de su sobria elegancia, invita al examen, un examen del que hemos sacado la mejor impresión al traspasar las tres puertas de acceso porque, inmediatamente, nos encontramos con amplio vestíbulo, revestido con zócalo de mármol de tono crema al igual que el del pavimento, lo que contrasta perfectamente con sus paredes de gris claro. Dan entrada a la sala otras tres puertas. Pero observamos, a la izquierda, un coquetón ambigú en el que nada falta, y a la derecha, inmediatamente después de las alicatadas dependencias de servicio y aseo, la escalera que conduce a los de caballeros y la espaciosa cabina alicatada de azul, en la que llama poderosamente la atención sus grandes aparatos del más reciente tipo Western Electric para proyección y sonido. Acorde con tanto inicial detalle, está el despacho de la gerencia cuyas paredes adornan bellos cuadros en color de los más famosos artistas de cine; fotografías que se prodigan también en el vestíbulo.

La sala, de cuyo ámbito dará idea la estructura que se ajusta a un fondo de treinta y cinco metros por veinte de ancha, es soberbia. Y su decoración de bella y fina elegancia: paredes de tono beige y zócalo rojo y cortinaje de suave color oro, lo mismo que la de la embocadura, cuya extensión es de doce metros; cortinas que se abren y cierran mecánicamente. El friso, que es base del escenario, va igualmente de dorado.

Soberbiamente acondicionada acústicamente, dispone de moderno sistema de calefacción y de una instalación de luz indirectamente en escala, y en cuanto al mobiliario, sus butacas, comodísimas, están tapizadas de verde claro, pudiéndose apreciar desde cualquier ángulo y posición una admirable visualidad ya que no existen columnas que la quiebren. De los treinta y cinco metros de fondo, veinticinco, los de la entrada por la parte principal, corresponden a la preferencia, y los diez restantes, quedan acotados por la general, con acceso por la carretera general. Sus butacas ofrecen idéntica confortabilidad. Cuenta también esa zona, a la entrada de la misma, con otro ambigú y servicio de aseo para ambos sexos.

La pantalla, armoniosamente encuadrada, es francamente espléndida -sus once metros lo proclaman- y está perfectamente acondicionada para proyección normal y de cinemascope…".

El cine de invierno Apolo fue estrenado con la película titulada Senderos de violencia, interpretada por John Payne, Rod Cameron y Faith Pomergue.

A partir de esta fecha, el cine de verano ejercía como tal desde junio a septiembre y el otro llevaba la pauta cinematográfica durante todo el año.

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