Iberoamericano

Un corrío muy mentao

  • El enemigo

El título corresponde, como queda consignado en la ficha técnica de la película, al pretexto teatral que sirve de base al guión del film. Lo destaco porque me parece muy significativo en su desarrollo temático. No sólo porque se aprecia sobradamente en muchos pasajes de la puesta en escena sino también porque constituye toda la configuración de esta muy sencilla y económica producción, que ha llevado a cabo Luis Alberto Lamata, director conocido en el Festival, de notable éxito en la actividad televisiva, dirigiendo series de televisión de tanto éxito como Cristal (1989-1993), cuyos intérpretes se hicieron muy famosos y algunos de ellos estuvieron en Huelva. Eso fue antes de dirigir su prime largometraje, Jericó (1990).

Con un presupuesto muy reducido y pocos días de rodaje, como corresponde a los planteamientos de un cine independiente, Luis Alberto Lamata, ha emprendido la adaptación de la obra de Javier Moreno, retratando muy sobriamente, sin retórica inútil, con rasgos breves y definitivos, el tema que fundamenta su película: la realidad cotidiana de la gran ciudad, la violencia urbana, la tragedia de unos padres de muy distinta clase social, enfrentados por la misma tragedia que ha unido fatalmente a sus hijos.

La película nos presenta principalmente el enfrentamiento entre dos ciudadanos de Caracas. Él, Benigno Robles, un fiscal del Ministerio Público, cuya hija ha sido herida en un tiroteo en la calle. Ella, Antonia Sánchez, una mujer que se gana la vida lavando la ropa de otros y cuyo hijo, Odulio, convive con la delincuencia y la droga. Se ha convertido en asesino por encargo y su primera acción ha resultado frustrada pero funesta para él. La madre, acostumbrada a negar siempre la evidencia, se resiste a admitir la realidad y cuando se enfrenta con ella, advierte que es demasiado tarde y que todo se le ha ido de las manos.

Pese al indudable esfuerzo de Luis Alberto Lamata por evitar la clara referencia teatral de la historia, su peso densifica bastante la acción y las situaciones. Ello no evita que el guión, sólidamente construido, permita la escenificación plástica que refleja muy bien el contexto de un entorno crispado por la violencia y lo desarrolla a través de un relato, que, abundando en lo coloquial, no deja de resultar desgarrador e intensamente dramático. Ello nos ofrece por añadidura las muy convincentes interpretaciones de los protagonistas. Lourdes Varela, más tensa, más trágica. Carlos Cruz, con la pura expresión del dramatismo, más sobrio, más contenido.

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