Tribuna

Un testigo de la muerte de Jesucristo era de Niebla

Copia de un pergamino del decurión de Ilipula (Niebla), Claudio Fabato, testigo director de la muerte de Jesús, en el Gólgota, era hijo de Niebla. Parece ser, según una tradición, que el original de este pergamino lo entregó el rey Alfonso X el Sabio al condado de Niebla y transcrito a una lápida de mármol, cuyos trozos aún se conservan en la Iglesia Parroquial de Niebla (Huelva), de Nuestra Señora de la Granada. Se cree que el original del pergamino se conserva en el Archivo de Simancas y también una copia es posible que se conserve en el Archivo de Indias en Sevilla, al corresponder el Condado de Niebla a la jurisdicción de Sevilla.

Según la tradición, se cuenta que un tal Claudio Fabato (o Clodio), conocido también por Aurelio, soldado romano, hijo de la Ciudad de Niebla (Huelva), escribió a su madre, llamada Julia Marcela, una carta que fue llevada por posta militar y hasta llegar a su destinataria, su madre, después de recorrer una gran parte del mundo; ya que era frecuente los viajes desde lejanos puntos del Imperio Romano para adquirir los metales de los que disponía el Condado de Niebla. Y de esta frecuencia de ver a los soldados romanos le vino a nuestro cronista-soldado el deseo de hacerse soldado romano y llegar a ser testigo indiscutible y singular de esa parte de la historia sagrada del mundo. Aurelio o Claudio Fabato: un soldado hijo de Niebla, fue legionario de Roma en Jerusalén cuando aconteció el drama de la Pasión y Muerte de Jesús (o Josué, galileo enviado por Dios). La estancia del mozo eliplense en tan lejanas tierras la originaba el reclutamiento de las milicias legionarias romanas.

En éste caso Roma contó un hijo de la bética fértil como Aurelio (o Claudio Fabato), natural de esta región que ofrecía a Roma cantidades fabulosas de trigo, vino, metales y quizás también aceites.

Aurelio, que se dedicaba a la labranza, su afán de ver mundo le hace entrar en el ejército de Roma. El soldado de Niebla en Palestina ha dejado a su madre en este pueblo y consigue mantener correspondencia con ella. El soldado de Niebla en Palestina está rodeado por sucesos del mundo judío, los de aquellos hombres polemistas profundos, observadores de leyes y principios religiosos de gran rigor. Pudo encontrase con una lanza cerca del templo de Salomón y prestar servicio a Poncio Pilatos en Jerusalén.

El día 1 de abril del año 79 del calendario juliano, 33 de nuestra era, Aurelio (o Claudio Fabato) relata a su madre Julia Marcela algo que había impresionado vivamente su espíritu: el martirio y la muerte de un hombre, de un judío. "Para el soldado, aquel judío era un ser excepcional". "Aquí se habla mucho, dice el decurión (Aurelio), y unos tratan como impostor y otras de creer se un Dios".

Y continua el soldado romano de Niebla: "No podré olvidar nunca, madre, aquel momento de cuando él iba rendido por el peso de la cruz en una calle de Jerusalén, salió al paso su madre acompañada de otras mujeres. "Sólo tú madre puedes adivinar el dolor de aquella mujer al ver así a su hijo. Sus brazos se extendían hacia su hijo ensangrentado ¡y fui yo!, madre, quién por orden de mi centurión se interpuso para evitar que se acercara". Para impedirlo tenía mi gladium (espada) al cinto y mi pilco en las manos (especie de capa con abertura a la altura de la cabeza). Luego cuando aquel murió enclavado en la cruz en el Calvario, y fue enterrado, custodié su sepulcro porque el Sanedrín temía que los discípulos podían robar el cuerpo del maestro para hacer creer que había resucitado.

"Y ¡resucitó madre, resucitó! Yo estaba vigilando, quería saber las consecuencias que podía tener la muerte de aquel hombre que a tantos como a mi nos había llenado de dolor el alma. En tal estado de ánimo estaba, cuando sentí invadido de un sopor inexplicable. Y lo mismo les sucedió a los soldados que estaban conmigo. Y cuando despertamos el cuerpo había desaparecido, pero no había sido robado, quedaba en el ambiente de la gruta, sombría y húmeda antes, una claridad, un perfume, un rastro luminoso que delataba el prodigio".

No cabe duda que conociendo la disposición humanitaria de éste decurión, natural de Niebla, fuera él el que tan cerca la muerte de Jesús en la Cruz, dijera las palabras que recoge el evangelista: "Verdaderamente éste era hijo de Dios" (S. Marcos 15,39) , "Verdaderamente éste hombre era justo" (S. Lucas 23, 41), "Verdaderamente éste era hijo de Dios" (S. Mateo 21,54).

Es lógico que también fuera testigo y actor de muchos pasajes del Evangelio que estuvo al lado del Maestro, según comentó D. Emilio Castelar al tener conocimiento de este amarillento pergamino.

Algunos comentaristas y cronistas de la época dicen más, que parece ser que convirtió al cristianismo, arrastró incluso a su madre, e incluso sufrió martirio.

El soldado de Niebla fue testigo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

La tarde del viernes santo fue testigo de la muerte de Jesucristo un hijo de la ciudad de Niebla, de la provincia de Huelva.

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