Lunes Santo

El centro se hace barrio con las cofradías

  • La subida de la Cuesta de las Tres Caídas tuvo este año una connotación añadida, los cincuenta años de este itinerario. El Perdón, que salió de la Orden, realiza el recorrido más largo de la Semana Santa.

Calor, mucha calor, en la jornada del Lunes Santo, hasta tal punto que se hacía asfixiante compañera de unas brillantes procesiones. Un día de mes de agosto, con 36 grados en el termómetro de la Plaza Quintero Báez, a las 18:45, y eso que ya comenzaba a venir una leve brisa que por las calles se agradecía. Un día muy difícil para los costaleros, que salían de bajo de los pasos con rostros que llegaban a preocupar. Ese necesario hidratarse.

Jornada tempranera y de barrios. Desde las tres y media de la tarde la ciudad abría sus puertas a un nuevo día de la Semana Santa. En la Orden, todo un barrio que se va integrando en la Cofradía del Perdón, haciéndola tan suya como en el 25 aniversario de la llegada de la Virgen de los Dolores. Aún se mantiene en la retina como vivo recuerdo la imagen de la Virgen de los Dolores bajo palio por su fiesta de septiembre. Una ilusión que fue posible y que no deja de ser un nuevo aliciente para el horizonte cofrade del Perdón. Momentos único se viven nada más iniciar su caminar penitente. Su cercanía al santuario de Nuestra Señora de la Cinta hace que se actualice aún más esa cercanía con Ella, como protectora de las hermandades. Y la cofradía baja esa cuesta de la Cinta, que cuando llega al Humilladero todo es un esperar a que la Patrona de Huelva aparezca en las últimas horas del 8 de septiembre. Esa imagen de este calvario sobre las marismas de Odiel se renueva luego con otras tan bellas como la Catedral. Llegaban al centro custodiado el paso por las palmeras del Paseo de la Independencia y los naranjos de San José. Aromas de azahares para un barrio junto a su Cristo y su Virgen.

Un día de barrio y cofradía como se vive año a año tras el Señor Cautivo, reflejo de una devoción diaria en la Hispanidad. La avenida de Santa Marta es un mar que se divisa de espumas blancas. Los penitentes se acercan a un lugar especialmente emotivo: el Asilo de Santa Teresa Jornet. En este entorno se vive de una manera especial el barrio. Cada penitente joven es una familia, junto a ellos amigos, hermanos o padres y madres. Haciéndoles más llevadera estas primeras horas que son las más difíciles por ese sol rabioso de cofradías. Se abren abanicos, se les acerca una botella de agua. Los músicos de la Banda de la Salud también sufren el casco de metal y los pies recalentados por los zapatos de charol.

El Asilo de Ancianos es la primera parada, la primera estación de penitencia. El bueno de don Teodoro Bernal, el párroco, les acompaña. Se hace estación de penitencia y allí está el obispo de Huelva, que acude fiel a esta cita para estar con los mayores en este momento tan entrañable de la Semana Santa. Luego llegará la estación de penitencia que todas las hermandades hacen en la parroquia de la Purísima Concepción. La Hermandad del Perdón la hacía con un recuerdo especial a quienes sufren el paro o alguna enfermedad.

Venir de un barrio al centro siempre es distinto, muchas horas de cofradía pero también de buen hacer. La suerte es que estas cofradías hacen barrio en el centro de Huelva y le traen toda la chispa que ellos tienen. Ahí está las Tres Caídas que desde El Polvorín avanzaba con el izquierdo, para llegar a Huelva con todo el arte del mundo. Una avenida y una alameda le pusieron al Señor de las Tres Caídas como alfombrado caminar para llegar con toda la gloria hasta el corazón de la ciudad, que palpita de una forma muy especial en la Plaza Niña. Hasta allí llegaba el Señor, a la Casa de las Hermanas de la Cruz, y este año su capaz y responsable de la hermandad, como presidente de la gestora, Fabián Tello, recordaba a viva voz a sus costaleros que las hermanas le pidieron que hacía falta leche y le llevaron 1.600 litros, fruto del ensayo solidario. Como premio, un rosario para cada uno de las manos de las hijas de Santa Ángela de la Cruz. Emociones que un día como el Lunes Santo de ayer se unía a otras tan intensas como los cincuenta años subiendo la Vía Paisajista. Aquello se empezó con el esfuerzo de las cuadrillas de costaleros de Huelva, de gente como los Recamales que entonces también era sinónimo de arte bajo los pasos. Ellos abrieron el camino para que los hermanos costaleros lo bordaran con la filigrana del mejor saber andar de hoy y Paco Llonís, poeta de la cofradía, lo describiera como nadie en su pregón esa subida a la gloria, que tiene una recompensa de un suspiro de padrenuestro y avemaría desde el primer día con Los Estudiantes, sus compañeros de parroquia en El Polvorín, una bienvenida a la que hoy se suma toda la comunidad parroquial de San Sebastián.

Y es entonces cuando la mirada es toda ella para Nuestra Señora del Amor, la Paloma del Amor, que vuelve al Polvorín. La sinfonía más perfecta de un rostro de la Virgen y ya no cabe más Amor su palio. Señora eterna del Lunes Santo.

La jornada de luz de toda una tarde con Huelva en la calle vestía sus últimos rayos por el horizonte que se perdía por Tendaleras. Se encendía la cera para alumbra al Señor del Calvario y Nuestra Señora del Rocío y Esperanza. Todo era silencio, un recogimiento que ponía las últimas notas de devoción en la Carrera Oficial. El Lunes Santo se vivió con intensidad, ambiente de barrio de Perdón, Cautivo y Tres Caídas, que conjugaba con la sobriedad y el silencio del Calvario. Todo sigue hoy.

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