Andalucía

Los muertos que nunca mueren

  • A Pedro Sánchez lo mataron los socialistas hace nueve meses y no hay manera de enterrarlo Hoy, por tercera vez en menos de un año, el secretario general del PSOE puede morir de nuevo

en la isla indonesia de Salawesi los muertos, en realidad, nunca mueren. Siguen presentes entre los vivos, hasta el punto de que pueden tardar años en enterrarlos. Después, cada cierto tiempo lo sacan de sus tumbas para que vuelvan a estar con los suyos. Una asombrosa tradición que estos indonesios viven con toda naturalidad. Así arrancaba un reportaje que leí recientemente sobre esta desconcertante costumbre en Tana Toraja, un lugar donde sus habitantes practican una religión muy obsesionada con la muerte y su celebración. Dicen que no es raro que en esta isla alguien te invite a visitar a un familiar. Lo sorprendente, luego, es descubrir, cuando se llega al lugar de la cita, que esa persona en cuestión está muerta.

Para ellos la vida gira en torno a la muerte, por eso son tan especiales las fiestas de despedida a un finado. Especiales y muy caras, de ahí que en muchas ocasiones el familiar es embalsamado y no se le entierra hasta disponer del dinero suficiente. Por eso, antes de que los funerales comiencen, no se considera que la persona está realmente muerta, sino "gravemente" enferma. La tradición resulta todavía más increíble, ya que en agosto, después de la cosecha y antes de la siembra, tiene lugar un ritual denominado limpieza de cadáveres, mediante el cual las familias exhuman los cuerpos de sus muertos para limpiarlos, vestirlos con ropas nuevas y reparar sus ataúdes.

Algunos dirán que el paralelismo es de muy mal gusto, pero leyendo este reportaje me acordé el otro día de Pedro Sánchez. Políticamente hablando, me refiero. A Sánchez lo mataron en su partido hace nueves meses, pero no hay manera de enterrarlo. Hoy por tercera vez, en menos de un año, el líder del PSOE puede morir de nuevo, pero nadie tiene garantías absolutas de que empiece de inmediata la fiesta de despedida. Se me ocurre pensar que hay líderes del PSOE a los que le gustaría poder embalsamar a Sánchez -en ese estado "gravemente enfermo", que dirían los vecinos de Tana Toraja- y sentarlo en su sillón del Congreso, para que, antes del día de su entierro, se abstenga en la investidura de Mariano Rajoy. O llegado el peor de los casos, presentarlo de nuevo de candidato a unas terceras elecciones, en un intento de evitar que por el trago de la muerte -a la política, me sigo refiriendo- tenga que pasar otro dirigente del PSOE. En definitiva, que les solucionara la actual papeleta a los socialistas antes de despedirse de la vida. A la vida política me refiero, claro.

El caso es que, si no ocurre un imprevisto, estamos ya en una fase definitiva. Después de tanto pedirlo, con la presidente de la Junta, Susana Díaz, a la cabeza de la reclamación, ya se ha fijado la reunión del comité federal del PSOE. Será el próximo sábado, unos días después de que se conozcan los resultados de los comicios en Galicia y Euskadi, por lo que todo hace indicar que ya hay fecha para organizar el sepelio y fijar el día del entierro.

No habrá que esperar hasta ese día para que algunos hablen. En cuanto esta noche se conozcan los resultados en ambas autonomías, alguien en Ferraz dará de inmediato la voz de alarma a todos los miembros de la ejecutiva de Sánchez: "Cuerpo a tierra, que vienen los barones con los enterradores". Y a partir de ese momento, se pondrán en marcha los festejos.

Sólo hay una cosa que puede romper este ritual. La posibilidad de que los grandes ideólogos del PSOE equivocaran el diagnóstico y erraran con el muerto. Y que los militantes empiecen a sospechar que los cadáveres políticos pertenecen en realidad a otros cuerpos. O lo que es lo mismo, que algunos de esos barones sin baronías, jarrones chinos y ex dirigentes que salieron de sus sepulturas -siempre a las políticas me refiero- para decirle a Sánchez lo que no debía hacer, no sean más que muertos a los que han sacado a pasear, vestidos con ropas nuevas, como ocurre cada mes de agosto con esa tradición indonesia de sacar a los cadáveres de sus tumbas para airearlos.

Concluía el reportaje afirmando que los jóvenes torayanos siguen todavía la tradición, pero que bromean sobre ella. Especialmente, por el alto coste que suponen para las familias los funerales. Y que cuando tienen interés por una chica, lo primero que hacen es preguntarle si sus padres o sus abuelos siguen todavía vivos. Si viven, dicen, es mejor salir corriendo. Algo parecido les debe pasar a muchos militantes del PSOE cada vez que escuchan a antiguos dirigentes dando la lata. Que dudan si están vivos o muertos y les entran ganas de salir huyendo.

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