Andalucía

Cuatro fronteras, tres años y miles de kilómetros

  • La guerra civil de Costa de Marfil obligó a Moussa a cruzar África de forma ilegal hasta llegar a Melilla

"Las personas que intentan entrar ilegalmente en España a través de los perímetros fronterizos no piden asilo, no tienen derecho a asilo, son inmigrantes por razones económicas y sociales, que es dramático, pero no les legitima para pedir asilo". Son palabras del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y las pronunció el miércoles pasado durante la inauguración de una oficina de asilo en un puesto fronterizo de Melilla.

Seguramente, el político tiene razón en la mayoría de los casos, pero Moussa -un nombre ficticio típico de la etnia djoula- es un joven de Costa de Marfil que podría explicarle a Fernández Díaz que no siempre es así. Tuvo que dejar su ciudad natal cuando, el 19 de septiembre de 2004, comenzaron los combates entre los partidarios del presidente Laurent Gbagbo y el líder opositor Alassane Ouattara, durante la primera de las guerras civiles que ha asolado este país africano en los últimos trece años. "Los soldados del Gobierno empezaron a matar a los de mi raza porque pensaban que todos éramos rebeldes", recuerda el joven, que en el momento del estallido del conflicto estudiaba el primer curso de Derecho en la Universidad de Bouake, su ciudad natal.

Su mujer estaba embarazada de su segundo hijo y su padre estaba en el hospital cuando comenzaron los enfrentamientos, pero el miedo le hizo huir hacia el norte y cruzar la frontera con Malí, donde se dedicó a esperar a que finalizaran las hostilidades. "Yo no pensaba irme a Europa ni alejarme mucho más de Costa de Marfil, pero los marfileños tenemos muy mala fama en los países vecinos y me tuve que ir", relata Moussa. Además, sus predicciones eran erróneas, porque la guerra no acabó hasta 2007. Para entonces ya estaba a las puertas de Melilla.

Cruzó la frontera con Argelia, donde se escondió en una finca hasta que fue delatado, y tuvo que dormir varias noches bajo un puente. Llegó hasta el norte, a Maghnia, desde donde pasó de manera irregular a Marruecos para establecerse en la cercana Oujda. Muchos de sus compañeros de viaje decidieron ir a Nador, pero su intención era llegar a Rabat a pedir protección internacional. Finalmente desechó la idea y, gracias a la ayuda de un ciudadano marroquí, llegó hasta Nador y desde allí planeó saltar la tristemente célebre valla de Melilla. "Lo intenté tres veces y siempre me cogían los policías de Marruecos. Yo sabía que si decía que era costamarfileño tendría muchas posibilidades de quedarme", recuerda. Y a la cuarta fue la vencida.

Una vez que desveló su origen, un abogado de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) lo ayudó a conseguir el estatus de protección subsidiaria, que se concede a aquellos solicitantes que alegan que en su país correrían riesgo por una situación de guerra o violencia. "Estuve en Granada, pero luego me destinaron a un centro de Cruz Roja en Puente Genil", detalla Moussa, que cuenta con orgullo como consiguió el permiso de conducción de coches, primero, y cinco permisos más después. Ahora vive en el barrio sevillano de la Macarena y está parado, pero está muy contento porque ha contactado con su mujer y pretende reunirse con ella. Resulta que sí hay inmigrantes irregulares con derecho a solicitar asilo en la frontera.

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