Andalucía

Guerreros de El Príncipe

  • Uno de cada tres 'yihadistas' españoles que combaten en Siria e Iraq ha salido de un barrio fronterizo de Ceuta estigmatizado por la violencia, donde proliferan las bandas y las armas.

Dris-Ahmed, afable y extrovertido, sirve a los invitados un té con yerbabuena en el coqueto local de la asociación de descendientes de regulares, situada en el barrio de Los Rosales de Ceuta, en la zona alta, junto al antiguo cementerio musulmán. Él toma Aquarius. Arriba se escuchan las fichas de dominó golpeando contra las mesas y, en la parte de abajo, donde nos encontramos, los parroquianos siguen en una gran televisión un partido de fútbol de la Copa del Rey. Desde las paredes nos observan decenas de guerreros. Bajo sus fotos se encuentra el número con el que eran identificados. "Los españoles los conocían por el número porque, claro, por el nombre… casi todos se llamaban Mohamed", bromea Dris. Los que llevan el número 28.000 pertenecieron a los tabores que participaron en la Guerra Civil española y, entre todos ellos, destaca la imagen de Ben Mizzian, el general moro más querido por Franco, que acabó sus días como mariscal de Mohamed V. Dris señala la foto de su abuelo, que participó en las guerras de Abdel Krim, y de su padre, que estuvo en el frente de Asturias. Como ellos, decenas de rostros del pasado, temibles combatientes. Imágenes de la guardia mora, de regulares marroquíes en la División Azul… Dris siempre sonríe. Exhibe un diploma orgulloso entregado por Cáritas. Los descendientes de aquellos combatientes realizan colectas en la actualidad para los más desfavorecidos de Ceuta.

Casi ningún musulmán en Ceuta, tampoco Dris, entiende por qué Rachid, taxista, quiso hacerse guerrero. Dejó en 2012 a su mujer y sus hijos y se marchó a hacer la yihad en Siria, a luchar contra Bachar Al Asad, acompañado de uno de los conductores de su taxi, Piti. Fueron los dos primeros muertos con DNI. Rachid se despidió de su mujer en un vídeo. Sostenía un kalashnikov, sonreía a la cámara y daba gracias de poder morir por Alá. A continuación, estrelló un camión con explosivos contra un cuartel. Se dice que causó 130 víctimas. No se sabe a ciencia cierta cómo murió Piti, un joven de 24 años que era un gran aficionado a la Play Station y que casi nadie recuerda que tuviera preocupación alguna por la guerra en Siria,

Los dos residían, como casi todos los muyahidines salidos de Ceuta en estos dos últimos años, y cuyo número nadie se atreve a fijar, en el barrio de El Príncipe Alfonso, un lugar de modestas casas de colores que se descuelga por una colina y que tiene la etiqueta de ser uno de los barrios más peligrosos de España. Allí residen unas 13.000 almas. La mayoría de sus habitantes están hartos del sambenito y su asociación de vecinos, que preside Kemal, un joven inquieto que no para de pedir más seguridad y servicios para el barrio, trata de combatir el estigma que ha alimentado una serie de televisión de gran éxito. Pero Kemal pone excusas para hablar con la prensa. Pedimos que nos dé el nombre de otro miembro de la asociación. Nos remite a una llamada posterior, pero no vuelve a llamar. "En la serie parecía que todos éramos yihadistas o algo así. Dejad a El Príncipe en paz, que ya está hasta en la sopa", se queja un vecino cuando nos adentramos en el laberinto de viviendas entre miradas de desconfianza. Una pintada da la bienvenida: "Muerte a los chivatos".

Mohamed Enakra, Gufito, es el último nombre de una lista de víctimas de arma de fuego en El Príncipe. Ocurrió el pasado 10 de agosto. Recibió una llamada, fue citado en la rotonda de entrada del barrio y allí le descerrajaron un tiro en la cabeza y dos en el hombro. El pasado marzo hubo otra víctima, un joven de 20 años, estudiante de Formación Profesional, jugador de fútbol y de balonmano. Recibió numerosos impactos de bala en pleno corazón del barrio. El vecindario está convencido de que le confundieron con otro. Según la Policía, desde hace tres o cuatro años hay una guerra de bandas desencadenada que alimenta la leyenda negra del lugar. "Pero lo que ocurre en Ceuta en Ceuta se queda", se queja un policía, "nadie fuera de aquí parece preocuparse". En la Delegación de Gobierno dan otra versión: "Hace poco vino una periodista que hacía una serie sobre barrios apaches. Cuando volvió de El Príncipe nos dijo que no tenía ni comparación con las Tres Mil viviendas de Sevilla. Hombre, no te voy a decir que te metas ahí de noche, pero por el día es un sitio relativamente tranquilo".

El Príncipe ya no es la favela que era hace diez años, cuando filas de taxis transportaban a culeros desde el ferry hasta el barrio para llevar hachís a la península. Es cierto que su improvisado urbanismo nacido de la alegalidad no ayuda. Se trata de una empinada calle principal de la que salen a ambos lados calles y calles sin salida. No hay parques, apenas comercios, casi todos de alimentación, y sólo dos cafetines. Cinco minaretes jalonan las cinco mezquitas del barrio.

Laarbi Mateis, que preside la Unión de Comunidades Islámicas de Ceuta, defiende que esas mezquitas lejos de ser una amenaza son una barrera de contención contra el fundamentalismo. Laarbi pertenece al movimiento Tabligh, una corriente nacida en los años 20 en la India. Un informe del Centro Nacional de Inteligencia arroja ciertas sospechas sobre ellos: "De las 41 mezquitas existentes en Ceuta, el 60% está vinculado al movimiento Tabligh, que sin ser una corriente yihadista, puede ser utilizada de manera indirecta por estos, ya que su carga doctrinal hace que, en determinados casos, el salto a la militancia yihadista sea más fácil". Laarbi se indigna con esta visión que se tiene de ellos:""El Tabligh es una metodología, no una ideología. Si no fuera por las mezquitas y las escuelas coránicas El Príncipe sería un polvorín de drogas y yihadismo. Porque en nuestras escuelas enseñamos que el terrorismo no es el Islam. Yihad es un término que se ha pervertido. Yihad es esfuerzo y sacrificio. Y sí, defender tu tierra y tu país. Ceuta es un lugar estratégico. Si no fuera por el trabajo que se hace en el barrio no hubieran ido 16 a Siria e Iraq, hubieran ido 3.000. En los barrios de Francia han ido a la guerra 1.500, en Reino Unido ya van por casi 2.000. ¿Cuántos españoles han ido? Muy pocos".

Carola García-Calvo es investigadora del Instituto Elcano y ha firmado junto a Fernando Reinares el primer trabajo científico sobre yihadismo en España. Advierte que a la hora de hablar de cifras lo más posible es que nos equivoquemos, pero calcula que son unos 60 españoles los que actualmente están desplazados en las filas del Estado Islámico. No se atreve a ofrecer un perfil porque es muy variado. En los últimos tiempos se ha detectado que los nuevos muyahidines españoles son más jóvenes. "El 87% de ellos han nacido en España, son una segunda generación de inmigrantes que sufre una crisis de identidad". De esos 60 combatientes unos 16 o 17 habrían salido de Ceuta y otros tantos de Melilla. "Son puntos calientes, fronterizos con una zona de Marruecos donde tiene cierta fuerza el radicalismo. La captación se produce por la comunicación existente con el otro lado de la frontera a través de redes sociales hispano-marroquíes".

Desde lo alto de El Príncipe se divisa el puesto fronterizo y,un poco más allá, a menos de dos kilómetros, Castillejos, el primer pueblo de Marruecos, donde proliferan los talleres en los que se teje ropa de marca falsificada. Cada día pasan por este puesto 35.000 personas, "una locura", como asegura un guardia civil de la frontera. Temen la llegada del lunes, después de la finalización de la fiesta del borrego, porque llevan varios días tranquilos, como el de hoy, (el pasado viernes), en los que el tránsito es fluido. Buena parte de los que atraviesan la frontera son porteadores, aunque también hay muchas mujeres que sirven en las casas de cristianos de Ceuta o trabajan en los comercios de la población. Controlar esta marea humana no es sencillo y supone un ejercicio agotador para las fuerzas de seguridad. Para evitar el colapso, España y Marruecos tienen acuerdos por los que todos los habitantes marroquíes hasta Tetuán tienen unos visados especiales que hacen más sencilla la comunicación. Lo es para lo bueno y para lo malo. La Policía piensa que la porosidad de la frontera también ha servido para impregnar de fundamentalismo a una minoría de musulmanes de Ceuta.

En Castillejos se encuentra el Liceo Abi Rabie Sabti, un instituto que siguen muy de cerca los investigadores españoles del fenómeno de la yihad, que han estudiado los movimientos de muchos de sus estudiantes a través de Facebook. El sentimiento de venganza contra Occidente de muchos de estos jóvenes cuyo destino es vivir del paso de la frontera a España y del contrabando es muy potente.

Las fuerzas de seguridad tratan de relativizar el problema de cara a la galería, pero la preocupación existe. A Ceuta se han destinado recientemente inspectores con experiencia en países de gran influencia fundamentalista, como Mali. La Policía de Ceuta no habla, se justifica afirmando que ellos no marcan la estrategia, pero sí son ellos los que se encargan de identificar posibles redes de captación.

Gracias a estas investigaciones fue posible la detención el pasado verano en el aeropuerto de Málaga de Abdeluahid Rachid, un joven de 26 años, casado y con dos hijos y residente en el barrio de El Príncipe. Su testimonio es de un enorme valor, ya que se trata del primer retornado con vida de las guerras de Iraq y Siria. La Policía le acusa de haber sido instigador de la captación de varios ceutíes que se encuentran actualidad en el ejército del Estado Islámico. Alí, un trabajador del puerto deportivo de Ceuta, fue compañero de Abdeluahid hace unos pocos años en la construcción de un centro de salud y se sorprende del dibujo que se ha hecho de él: "Era un chaval muy sencillote, incluso algo simple. Cuesta pensar en él como líder".

Pero es que es ese el perfil que dibuja un agente de la Guardia Civil de Ceuta de los españoles que se han dejado seducir por la llamada de la guerra santa. "Pueden ser personas muy distintas, ni siquiera tienen necesidades económicas, como demuestra que muchos de los que sospechamos que se han ido tuvieran trabajo. En lo que coinciden es en que se dejan comer el tarro". Alí está de acuerdo. "Son chavales que se pasan el día viendo Al Jazeera, se quedan atontados, día y noche obsesionados con lo mismo, viendo continuamente matanzas de niños y mujeres en las guerras de Iraq o Afganistán y, al final, acaban trastornándose. Los musulmanes en Ceuta no somos así. Somos españoles, ceutíes, que tenemos nuestras creencias y nuestros trabajos, nuestras familias… Es una pena la obsesión que les entra a esos muchachos, pero se habla tanto de eso, que hay en España quien nos ve, por el hecho de ser musulmanes, como enemigos, cuando siempre hemos sido lo mismo y hemos convivido pacíficamente".

Dris es de la misma opinión. Se siente español "por los cuatro costados", orgulloso de que su padre haya servido en los regulares sin entrar en consideraciones políticas y no entendería, por ejemplo, que se creara un partido musulmán en Ceuta. "Votamos a los partidos españoles porque somos españoles y en todos los partidos de Ceuta hay musulmanes porque nunca se ha planteado una diferenciación entre unos y otros".

Mustafa conduce un bonito Mercedes y habla con orgullo de su hijo que juega al baloncesto con el equipo de Ceuta en la liga andaluza. Él sí ve conflicto. "Va por rachas, pero ahora sí se nota algo de recelo entre ambas comunidades".

Quien menos entiende el fenómeno de los yihadistas españoles es Al Imad, un comerciante de 35 años de la ciudad siria de Homs, que hace seis meses huyó de su país, huyó de la guerra, con su familia. Ahora vive en una tienda de campaña en la plaza de los Reyes de Ceuta con medio centenar de compatriotas refugiados. Lo único que quieren es saltar a Madrid y emprender una nueva vida. En este campamento improvisado, rodeado de los bares céntricos y las tiendas de moda de Inditex, "nadie nos escucha, vivimos de la caridad. Alguna de nuestras mujeres ha tenido que parir aquí porque en los centros de salud sólo nos atienden si la enfermedad es muy grave. No tenemos derecho a nada. Dormimos en estas tiendas haga sol o lluvia". Y ahí están las tiendas de campaña, algunas desgarradas por el uso. Con el tiempo el campamento se ha ido organizando. En los estantes hay aceite, arroz. Cocinan al aire libre. Están atrapados. No pueden volver a su país en guerra y no pueden asentarse en uno nuevo. De modo que cuando escucha que hay españoles, ceutíes, que hacen el camino inverso, pone cara de asombro: "Es incomprensible. Es una guerra entre sirios, ¿qué hacen allí ayudando a destruir mi país?".

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