Apesar de que el líder de IU, Antonio Maíllo, esperaba, y así lo contó a los periodistas, que Susana Díaz iba a anunciar en el Debate del estado de la Comunidad su voluntad de finalizar la legislatura, la presidenta se limitó a adelantar que aprobará el Presupuesto. Hace algo más de un año, José Antonio Griñán, y en este mismo tipo de debate, reveló que no se volvería a presentar a las elecciones autonómicas, aunque aclaró que agotaría esa legislatura con él al frente. Y no fue así. Ganó en 2012, y se fue en 2013. Mantuvo ante el Parlamento lo que no cumplió. Un hecho grave, por eso cuentan que Susana Díaz ha explicado que no va a decir en la Cámara andaluza lo que no quiere decir, y lo que no desea pronunciar es que llegará a marzo o mayo de 2016.

¿Por qué? A pesar del agotador viaje a Marruecos, del mitin que ofreció en Sevilla el pasado domingo, donde se definió como "roja y honrada" (mejor roja y honrá) y de las dos sesiones del Debate del estado de la Comunidad, a la que ha seguido un viaje fugaz a Valladolid a entrevistarse con el presidente castellano leonés Juan Vicente Herrera, Susana Díaz lleva una sonrisa como la de Epi recién levantado. Si las encuestas que manejaba en el mes de julio le daban ocho puntos de diferencia sobre el PP, las de septiembre la mantienen o superan. Ni el PP de Juan Manuel Moreno Bonilla ni los futuribles Podemos le arrancarían esa victoria, aunque la intención de voto de los socialistas sí cae, y bastante.

Todas las circunstancias para convocar unas elecciones, digamos, que en febrero benefician a Díaz: buenas encuestas, la incertidumbre judicial del Tribunal Supremo aún tardará meses en despejarse, un conocimiento muy alto respecto a los contrincantes y la falta de consolidación del PP de Juan Manuel Moreno Bonilla. Díaz no buscaría la mayoría absoluta, sino ganar, legitimarse en las urnas, que es su gran déficit ya que recibió el cetro de Griñán, quien sí se presentó, pero perdió. Ése es el relato de Díaz: necesita legitimarse ante las urnas.

Pero el Debate del estado de la Comunidad ha aportado un elemento más: el maltrato del Gobierno de Mariano Rajoy a Andalucía, un revival de la estrategia de la confrontación de Manuel Chaves que tantos réditos le procuró al ex presidente. La Junta cuenta con 600 millones de euros menos para su Presupuestos de 2015, pero ha asumido nuevos gastos por valor de unos 400 millones: las recuperaciones de las pagas extras de los funcionarios y de la jornada y salario de los empleados sanitarios. El desfavorable trato que Rajoy, como los anteriores Gobiernos, incluido el de José Luis Rodríguez Zapatero, le ha dado a Andalucía en los Fondos de Convergencia abunda en la teoría de la asfixia. No es para tanto, pero lo es. Todo forma parte de la envolvente con la que se va construyendo un relato justificatorio del adelanto electoral. Ahora bien, de si enfrentarse a Rajoy se trata, también pudiera Díaz hacer coincidir sus elecciones con las generales, allá por noviembre de 2015. Pero parece que, en este momento, no está en ello.

En verano de 2011, José Luis Rodríguez Zapatero se vio obligado a alterar su programa electoral, a tirar a la basura la vitola socialdemócrata del PSOE y a modificar el artículo 135 de la Constitución. Pedro Sánchez purga aún esos pecados en los platós de Sálvame y de El hormiguero: qué duro es el legado. Cuentan que Susana Díaz se acuerda de ZP: nadie va a obligarle a hacer lo que no quiere hacer, Rajoy no va a forzarle a ejecutar una política restrictiva con la que no comulga. Ése es su relato ajustado, y todo está preparado para la decisión de la presidenta, sea cual sea.

Y, si no, atiendan al párrafo que leyó en su discurso del Debate sobre el estado de la Comunidad: "Yo no me quiero encontrar en una situación en la que, por falta de posibilidades de desarrollar el programa de Gobierno, nuestra acción se pueda distanciar de las expectativas de cambio y mejora de la inmensa mayoría de la sociedad andaluza". Que no se quiere encontrar…