Almonte se encuentra convulsionada por la multitud de rumores que se extienden como la pólvora y contaminan la dirección en la que se está desarrollando la investigación de un luctuoso suceso en el que se han visto sobrepasadas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, quienes han precisado de la colaboración de un equipo de Criminalística de Madrid para completar las pruebas periciales.

Aun así, varias incógnitas comienzan a resolverse a raíz de las autopsias practicadas a los cadáveres. Una de ellas, y quizás la más importante, es la confirmación de que no existió suicidio, puesto que la dirección, profundidad y origen de la diversas puñaladas que recibió el padre lo descartan al cien por cien.

Ha transcendido también que los cuerpos fueron hallados en sus respectivos dormitorios, en el piso de la calle Ballestares, donde residía el padre, lo que abre un abanico de nuevas hipótesis.

Más detalles: el robo es una opción que se descartó desde un primer momento, un hecho que reforzaría el que sendos cuerpos presentasen más de una herida de arma blanca. No ha transcendido, sin embargo, si las puertas fueron forzadas de algún modo; si los cadáveres se trasladaron al dormitorio una vez yacían sin vida, con alguna intención en concreto, o si el execrable delito fue perpetrado de madrugada. Cabe recordar al respecto que los cuerpos fueron hallados el lunes, sobre las dos y media de la tarde, cuando el abuelo materno de la menor se personó en la vivienda alarmado por el hecho de que su nieta no acudiera al colegio y su padre se ausentase del trabajo.

Otra de las incógnitas radica en poner en claro si Domínguez conocía a sus verdugos. Como recuerdan los vecinos, "con la mejor fe del mundo", en los pueblos no es extraño que alguien abra la puerta a todo aquel que llama al timbre, lo que dificultad soberanamente esta tarea.

Son estos datos los que se han logrado mantener a salvo de filtraciones, las cuales serían esclarecedoras para establecer el móvil del crimen y hacer encajar las piezas de un puzle con múltiples aristas.