Día de los Reyes Magos

Es la ilusión un regalo maravilloso que enciende el ánimo incluso desde el rescoldo de la desesperanza

En los anaqueles del recuerdo más limpios del polvo del olvido se custodia la memoria de las noches de Reyes, cuando la infancia, ay, era una patria más o menos a salvo de la desdicha o ésta se cebaba con los padres que, aun así, procuraban arrinconarla dando sencillas y humildes razones a la ilusión. Y en el sueño no cabían pesadillas ni desvelos, aunque un miedo ambiguo -porque era más expectación que susto- llevara a taparse con las mantas para que el misterio mágico de los Reyes se preservara en las entretelas de la imaginación. De modo que al levantarse, en una tramoya donde los ruidos del ajetreo se cruzaban con la despedida de Sus Majestades, la alegría era una expresión de los ojos radiantes por la feliz satisfacción de la expectativa.

Hoy es el día de los Reyes Magos, esquinadas sean las bromas -y menos bromas- de distinto carácter y hasta las iniciativas desatinadas, casi podría decirse que el día de las ilusiones mayores, por más genuinas y sencillas. De ahí que importe recordar, y comprometerse, con quienes, teniendo aciagos sus días, todavía más negros y abrumados se les hacen por ajenos a la ilusión. Si son niños, este hiriente designio de los días acortará la infancia y los hará adultos prematuros, cuando sabidos son los descalabros de presentarse o ser las cosas sin su tiempo propio. Y del mismo modo que la mirada es el signo meridiano de la ilusión, cuando los Reyes complacen a los niños no turbados por el infortunio, en los ojos se afinca también una tristeza profunda y honda, ambigua a su vez por inexpresiva y doliente, cuando a los niños la mañana de Reyes no les trae sino un nuevo despertar al sufrimiento, tras los desvelos de una noche asustada e inquieta, sin estrellas de las que colgar una buena expectativa.

Es la ilusión, entonces, un regalo maravilloso que alumbra los días, que conforta y ayuda a sobreponerse ante la desazón, que da razones cuando son esquivas, que enciende el ánimo y la voluntad incluso desde el rescoldo de las esperanzas rotas. Y, por esto mismo, el día de los Reyes Magos no debería de ser un convencional "Día de…" con el que se conmemora, sobre todo, el olvido de la cuestión durante todos los otros días del año. Razón de más, sí, para que en la carta a los Reyes figure el deseo de una ilusión sencilla y genuina con la que levantarse cada día, además del venturoso día de Reyes.

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