Elecciones Andalucía

La primavera andaluza

  • El partido que más votos pierde es el que lleva tres décadas en el poder y el que está en condiciones de conservarlo durante cuatro años más. Hay muy pocos casos en Europa de una hegemonía semejante.

ES un récord europeo. 29 años, diez meses y quince días mal contados van a separar la investidura de Rafael Escuredo el 15 de julio de 1982 y la de José Antonio Griñán, que no tiene fecha, pero se producirá en las semanas siguientes a la constitución del nuevo Parlamento el 19 de abril de 2012. Claro está, si PSOE e IU se ponen de acuerdo para formar gobierno de coalición.

Todo ese tiempo han gobernado los socialistas en Andalucía. Ocho legislaturas, cinco de ellas por mayoría absoluta, con cuatro presidentes distintos, antes del resultado de ayer en el que han quedado a sólo un punto del PP. Una dulce derrota de época. Griñán y Rubalcaba pidieron a los andaluces que aquí se iniciara el resurgimiento del partido. Y el electorado, manteniendo un voto de izquierdas, les ha brindado una primavera andaluza.

Pocos ejemplos semejantes de hegemonía de un partido político pueden encontrarse en Europa. Es el caso de los socialcristianos de la CSU en Baviera, que han sido el partido más votado en todas las elecciones desde la Segunda Guerra Mundial y han encabezado el Gobierno de su land 63 de estos 66 años. De 1962 a 2008 sacaron mayoría absoluta. Otra muestra la ofrecían los liberales del Fianna Fáil irlandés, que gobernaron la República de Irlanda 70 de los últimos 80 años.

La crisis ha perjudicado a los tres, aunque de distinta manera. Al Fianna Fáil le pasó un tren por encima en las elecciones del año pasado. Una debacle: de tener casi mayoría absoluta con 78 escaños a la irrelevancia de 18. Un hundimiento, con consecuencias que van más allá de la simple pérdida del poder. Un tribunal anticorrupción acaba de establecer después de 15 años de investigaciones, aceleradas tras su salida del Gobierno, responsabilidades penales de tres ex primeros ministros del Fianna Fáil.

Los bávaros han escapado mejor: la CSU sólo ha tenido que buscar un socio en 2008, para gobernar en coalición su estado federado. Un caso parecido al que le ha pasa ahora al PSOE en Andalucía. Aunque ha descendido de 56 a 47 diputados en el Parlamento regional, los 12 escaños de IU les pueden dar una cómoda mayoría de gobierno. Y así completar una era de 34 años al frente de la Junta.

Los socialistas han perdido cientos de miles de votos por el hartazgo, por la crisis, por la corrupción detectada en los eres. Pero el PP también ha perdido muchos votos. La baja participación de un 62% es siete puntos mayor que la de 1990, las últimas elecciones autonómicas celebradas en solitario. En todo caso, pone de manifiesto que retrasar las elecciones andaluzas ha sido una jugada muy rentable para los socialistas.

Andreotti decía que el poder desgasta sobre todo a quien no lo tiene, y después de 30 años mandando y tomando decisiones acertadas o equivocadas, la fuerte erosión del PSOE ha sido acompañada por una menor, pero notable, del PP. El PSOE en Andalucía seguirá siendo el partido con un ejercicio más largo de poder en la moderna democracia española. Y agrandará en cuatro años su marca.

Mantendrá el Gobierno, bien entendido, si consigue un pacto que no será fácil con IU. Pero tendrá que reducir sus equipos. Esta coalición no será tan barata como la que hizo con el PA entre 1996 y 2004. Tiene ahora casi quinientas personas en el primer escalón de presidencia, consejerías, delegaciones y sus respectivos asesores, pero miles en la entera estructura de Gobierno, si se cuenta la gente colocada en puestos no consolidados. Izquierda Unida pedirá mucho poder, gestión directa de presupuesto y exigirá una buena parte de su programa muy a la izquierda del PSOE.

Y junto a la reestructuración laboral de sus cuadros en el Gobierno, la dulce derrota socialista no debería evitar una fuerte remodelación de su organización. No todas sus rémoras vienen de la crisis. Una de las razones de su descenso en la jornada de ayer ha sido la irrelevancia social de la mayor parte de los dirigentes regionales y provinciales del partido. Pesa el desgaste acumulado en las tres décadas, pero cuando hace dos años Griñán exigió y consiguió la secretaría regional del PSOE, desaprovechó una ocasión de oro para revitalizar su partido. Se olvidó de su interés teórico por el mérito y entregó el poder a un grupo de jóvenes carentes del suficiente currículo académico, laboral o profesional.

Un dirigente del prestigio de Rodríguez de la Borbolla definió a ese grupito, liderado por Susana Díaz, número dos de Griñán en el partido, como inconsciente, juvenil y aventurero. Y para que no se le malinterpretara, Borbolla profundizaba en su explicación hasta el hueso: Hay que formar a los dirigentes para el liderazgo político y social y eso no se aprende sólo conspirando en la organización.

Ésta es una de las primeras tareas que debe afrontar el partido que ayer perdió por poco las elecciones y puede seguir en el poder: su regeneración. Susana Díaz se ha jactado en los últimos meses de que si Griñán perdía podría irse, pero que ella se quedaría con el control del partido. Si mantener el poder es un triunfo, no debería serlo que la organización siga pivotando sobre dirigentes tan poco atractivos y flexibles como Díaz o Mario Jiménez, el portavoz parlamentario. Si Griñán, con el aval social que le da este resultado electoral, sigue empeñado en imponer el susanismo en su partido, cometería un error a largo plazo.

Hay en el PSOE andaluz quienes propugnan una profunda renovación del partido. El cambio de modelo empezaría con la ruptura con el método de la mesa de camilla, símbolo del grupito desde la que se ha gobernado la organización tradicionalmente. Le siguen en la lista el abandono de las tribus y el sectarismo como forma de promoción, que se impone siempre a las capacidades políticas o profesionales. Un respeto a los reglamentos que impida a los aparatos el uso de la letra chica a su capricho. Limitar mandatos de cualquier naturaleza. Y rescatar la figura del avalista para la afiliación de nuevas incorporaciones.

En el momento de la generación que está entre los 40 y los 50. La que se saltó Griñán hace dos años. Es el momento también de que los clásicos den la talla, facilitando y no entorpeciendo. Es el momento de un liderazgo que se espera desde hace tres años y no acaba llegando. Griñán tiene su parte de culpa en las tres derrotas electorales del PSOE en Andalucía en el último año.

Ha sido un presidente con escaso liderazgo social; en contra de su criterio de dar peso a la política, ha acabado teniendo un Gobierno de técnicos en los puestos de confianza y se ha rodeado de una corte de aduladores que han secuestrado su capacidad de tener una percepción sensata de la realidad. La primavera andaluza que el electorado ha regalado ayer al PSOE debería llegar lo antes posible al conjunto de su organización.

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