Elecciones Andalucía

Unión, progreso, democracia... y alegría

  • Díez afirma que la misión de UPyD es "hacer política para que la gente sea feliz" · Se ve con dos escaños en la Cámara

El primer problema de UPyD, o quizás su primera ventaja, está en el discurso, unitario en toda España y por tanto poco adaptable a las singuralidades del torneo electoral autonómico. Andalucía sonó ayer mucho menos que palabras como igualdad, democracia o incluso felicidad. El segundo problema de UPyD, o quizás su segunda ventaja, se llama Rosa Díez, alma, motor y voz de un proyecto que inevitablemente sepulta a sus compañeros de viaje con una incatalogable excepción: el senador y escritor Álvaro Pombo, la mayor explosión de la contracultura política española en sus 35 años de democracia.

Consciente de su papel menor, Martín de la Herrán, candidato a la Presidencia de la Junta, hiló un discurso heterodoxo y efectista. Toma uno: chiste sobre los ERE. Toma dos: grabación con su móvil desde la tarima para inmortalizar al auditorio. Toma tres: la música del Un, Dos, Tres para quien adivinase las diferencias entre PP y PSOE. Y toma cuatro: metáfora (o de nuevo chiste) sobre el rol de UPyD, que "es como la viagra para la democracia: genera mucha expectativa y nunca defraduda".

Cádiz regalaba ayer una estampa bien bella; la ciudad bullía al ritmo de La Pepa mientras sol y brisa trabajaban codo con codo a favor del ciudadano. Sinfonías primaverales aparte, siempre hay quien le echa un rato al mitin dominguero, y el de UPyD era magentón y abigarrado. Allí había pijos, sindicalistas, obreros y socialistas. Había madres con sus niños, niños sin sus madres, abuelas elegantes o deslenguadas, veteranos de guerras que nunca existieron (veteranos de la Bahía) y personajes de serie B entregados a la cultura del aplauso o al yugo del Whatsapp. Díez, tal vez contagiada por los efluvios, se describió como la líder de una fuerza utópica donde todos ríen (en el Congreso, en la Asamblea de Madrid, en el País Vasco y Bruselas) y donde todos pelean por el bien común. "Nosotros hacemos política para contribuir a que la gente sea feliz", proclamó antes de vender en exclusiva esas interioridades que tanto ama el compatriota: "Los dirigentes de otros partidos nos tienen manía, pero no sus diputados, que son asalariados y a lo sumo sienten envidia porque querrían votar cosas distintas de las que votan".

La ocasión era ideal para entablar un paralelismo entre las constituciones de 1812 y 1978. Díez aludió al no tan mínimo común denominador de ambas y lamentó su incumplimiento sistemático hoy: ni libertad de expresión o cátedra, ni justicia igual en todo el territorio, ni pluralismo político o sistema educativo homogéneo. Lo hizo, además, recordando (inteligentemente) de dónde viene ella: del País Vasco, de la amenaza de ETA, del coraje del político con escolta, del yunque nacionalista.

Presuntamente, ayer arropaban a UPyD simpatizantes de toda España llegados en tren desde Madrid junto a la jefa. La pega fue el formato: cuando se asiste a una sucesión de monólogos es difícil afinar el oído para comprobar si la variedad dialéctica de la sala confirma el anuncio oficial. En cualquier caso, se respiraba optimismo. Fuentes de la formación explican que los últimos sondeos internos les adjudican no sólo el (posible) escaño de Sevilla sino el (remoto) escaño de Málaga. Con esos dos diputados y un Arenas al borde de la mayoría absoluta (54 o menos asientos) germinaría el escenario soñado: condicionar la estrategia de un Ejecutivo en minoría. "La noche del 25 de marzo va a ser una fiesta y el siguiente será el día de la responsabilidad", dijo Rosa sin creer creyendo.

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