Andalucía

La gran asonada de Granada

  • La caída de la bandera sanitaria, la "joya de la corona" del Gobierno andaluz, simboliza una crisis de gestión sin precedentes

Manifestación en Granada contra la política sanitaria de la Junta.

Manifestación en Granada contra la política sanitaria de la Junta. / PEPE TORRES

Ningún historiador riguroso estaría de acuerdo con este titular. Tampoco los que gobiernan en la Junta, ni los que marcan las directrices desde Sevilla, ni los que las ejecutan con nulo margen de maniobra en las provincias. Una asonada tiene más de motín que de manifestación; más de concentración violenta que de movilización reivindicativa. Pero lo que se ha vivido en Granada en los últimos meses, lo que ha cambiado el paso del Gobierno andaluz -a nivel político y de gestión- y lo que ha obligado al Ejecutivo de Susana Díaz a claudicar ante todas las exigencias de las plataformas críticas se acerca más a la rebelión que a la negociación. Tanto se tardó en reaccionar, con tanta prepotencia se subestimó inicialmente el problema, que la única salida posible para atajar la crisis ha sido la rectificación y la cesión. De máximos.

Puede que la mayor diferencia con esas "asonadas" que muchos países aún tipifican como delito sea que los disparos son digitales. Imprevisibles. Incontrolables. Con un eco global. La asonada 4.0 no existe, pero debería. Y si la historia nos ha demostrado insistentemente -sin excepción de espacios, tiempos ni culturas- que no hay levantamiento victorioso sin un líder carismático que dirija y consolide el motín, la de Granada ha reforzado esta tesis con un personaje irreverente y con carisma que igual funciona en un cómic de aventuras que en una historia transmedia: Spiriman.

La Junta ha dado marcha atrás en la fusión hospitalaria y el decreto ya es historia

El médico Jesús Candel, un cirujano granadino de Urgencias apodado Spiriman y extremadamente hábil en las redes sociales, se puso al frente de las protestas cuando la gran mudanza hospitalaria del verano -en julio se culminó el traslado del antiguo Clínico, Trauma y parte del Virgen de las Nieves al complejo del PTS- certificó el error del proyecto de fusión sanitaria y, más allá de los desajustes previsibles iniciales, evidenció una profunda brecha entre lo diseñado sobre el papel y lo puesto en práctica con la reorganización de hospitales. Retrasos, confusión y caos. Críticas de los profesionales y cabreo de los pacientes.

Se empezaba a tambalear la bandera sanitaria, la joya de la corona de la gestión socialista en la Junta, simbolizando una crisis de gestión y de credibilidad sin precedentes en la Andalucía autonómica. Y ello, con un peligroso efecto contagio tanto en el plano geográfico -con la adhesión a las movilizaciones de la marea blanca de otras ciudades como Huelva, Málaga o Jerez- como en el estrictamente político, dando argumentos a los grupos de la oposición en su campaña de desgaste contra Susana Díaz -con reproches cruzados por el uso partidista de la sanidad pública- y condicionando incluso la actuación en otras áreas de gobierno como la educación con el conato de crisis que se vivió hace sólo unos semanas.

El incendio sanitario había que sofocarlo y no podía permitirse que otro sector tan sensible como la enseñanza cogiera el relevo. Menos aún en un momento de tormenta interna en los partidos, con la puesta en marcha de los procesos congresuales para renovar proyectos y liderazgos y la consecuente presión de militantes, medios de comunicación y ciudadanía. Susana Díaz no podía llegar al 28-F con su principal bandera de gestión sometida a la lucha partidista ni despejar la incertidumbre sobre su futuro político con su liderazgo cuestionado y su popularidad comprometida.

Las lecciones de los más de cien días de crisis y multitudinarias protestas de Granada han ido mucho más allá de la sanidad. Y la mejor prueba de que se ha tomado nota, de que se ha oído de verdad a la calle y se ha rectificado tal vez sea la esperada foto de la presidenta y el alcalde de Granada que se producía la semana pasada.

Nueve meses le ha costado a Susana Díaz reunirse con el alcalde socialista de Granada. Esta capítulo (inesperado) empezó el 13 de abril. La imagen de José Torres Hurtado, el alcalde del PP, saliendo del Ayuntamiento escondido entre cartones -protegido por los agentes de la Policía Nacional-, colocó a la ciudad en el mapa nacional de la corrupción, puso fin a 13 años de gobierno del PP y regaló a los socialistas una de las plazas más inexpugnables de la comunidad autónoma justo en el momento en el que su candidato, Paco Cuenca, iniciaba el tiempo de descuento.

Hasta el verano, con Ciudadanos apretando para rentabilizar su cooperación necesaria a la defenestración del alcalde y un PP aún altivo intentando recomponerse en la oposición, la amenaza de la moción de censura parecía guiar la postura prudente del PSOE. Y tan poco parece que el partido confiara demasiado en mantener el bastón de mando cuando han permanecido durante meses con un perfil bajo y completamente a la defensiva.

Con la crisis sanitaria, el tablero de juego se trasladó a las calles repercutiendo en todas las institucionales y a todos los niveles. Imprevisible y sin control. Sin posibles pactos de mesa camilla con que desactivar la insurrección. El 16 de octubre, más de 80.000 granadinos tomaban las calles. Se sorprendió la Junta; se sorprendieron los partidos -todos-; se sorprendió media España, y se sorprendió la propia ciudad... Una Granada acostumbrada al conformismo y a la lamentación despertaba del letargo. Entonces no estaba claro ni qué reclamaban tantos profesionales con bata blanco con la exigencia de tener "dos hospitales completos".

Hoy, la reorganización del mapa sanitario está en marcha y el polémico decreto de fusión es historia. La Junta de Andalucía ha llegado a la celebración del 28-F sin la presión de un alzamiento popular y, aunque aún haya que terminar de sofocar los rescoldos, Susana Díaz tiene una mochila menos pesada para valorar su candidatura a Ferraz.

Todos son conscientes de que el coste, el simbólico del desgaste político y el efectivo en dimisiones y en partidas presupuestarias para revertir la fusión, ha sido (y será) muy elevado, pero ineludible. Irrenunciable si se admite que, al final, de lo que se trataba era de evitar que la gran asonada de Granada se transmutara en rebelión.

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