Inmigración Reacción tras el anuncio del Ejecutivo de conservarles la prestación por desempleo

Rumanos entre dos patrias

  • Miedo y desconfianza ante la perspectiva de retornar al país de origen

Miedo y desconfianza. Miedo por no encontrar una vida mejor en su tierra natal, y desconfianza en que el compromiso se quede en una simple declaración de intenciones. En estos términos se resume la reacción de muchos de los rumanos inmigrantes ante la noticia del Gobierno de conservarles la prestación de desempleo cuando retornen a su país.

"El año pasado, el Gobierno rumano prometió de palabra trabajo, se fueron compatriotas para allá y ahora no tienen nada. No confiamos ni en un Gobierno ni en otro", sostiene Ionel, un rumano de 33 años, que a pesar de todo, se considera un hombre "con suerte". Llegó hace siete años a Málaga y, como la mayoría de los suyos, se puso a trabajar en la construcción con un sueldo por día trabajado " y al principio sin contrato". Estuvo dos años sin empleo y hace ocho meses consiguió contrato como conductor de camión. Pasa la noche en la carretera y tiene que manipular mercancía pesada. Cuando llega a casa por la mañana se encuentra con su mujer, de la misma nacionalidad, embarazada y en paro. Ella trabajaba hasta hace unos meses, sin contrato, en el servicio doméstico, pero la despidieron cuando se quedó encinta.

Su marido cobra 1.500 euros al mes, paga 1.200 de hipoteca, con un hijo por llegar y un cuñado en paro también viviendo en su casa. Pero Ionel se siente afortunado. La crisis en el país de acogida es dura, se ha llevado por delante a compañeros "rumanos y españoles", pero en Rumanía "es aún peor", asegura.

El 4 de julio se cumplen siete años de la llegada de Gianina a Málaga. Ha estado limpiando casas, como ayudante de cocina y como camarera, pero ahora se encuentra en la calle, con un marido en su misma situación y dos niños pequeños, uno de tres años y otra de un año y medio. No ha trabajado de forma continuada el tiempo suficiente como para cobrar el desempleo, y ahora subsiste con los 580 euros del salario social. Paga 350 euros mensuales por el alquiler de una casa en la barriada de La Palmilla y, a través de la Federación Andaluza de Mujeres Gitanas, ha conseguido una ayuda oficial que le facilita comida, ropa e higiene a sus hijos. "He echado la solicitud para varios cursos con compromiso de empleo, pero no me han llamado", lamenta esta joven. Si Gianina se fuera a Rumanía, se ahorraría el alquiler porque viviría en casa de su madre, pero con una familia a cuestas "sería peor", afirma.

Su cuñado Juan estuvo trabajando tres años en una obra, pero hace seis meses perdió su empleo. Juan está soltero y tiene 37 años, por lo que no puede beneficiarse de la ayuda familiar ni de la ayuda al desempleo para mayores de 45 años. Además, paga la hipoteca de una casa que se compró y reformó hace dos años, cuando cobraba 1.300 euros al mes. Y se quiere quedar en Málaga. "No me quiero ir. Mi padre y mi madre han muerto. Y aquí tengo un hermano, un sobrino y una casa que seguir pagando", resume.

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