Poner tierra de por medio es la mejor perspectiva para observar la que nos vio nacer. Aunque uno sea más de donde pace, si es cierto que el origen nos ata con raíces invisibles pero sólidas, que afloran a la hora del retorno. Como Peer Gynt, que tras sus peripecias vuelve a la humildad de su aldea, este trabajo retorna a una patria chica, Cervera, desplegada minuciosamente y con todo detalle a través de todo el metraje. Las calles y los mudos testigos de las fachadas; los vecinos y su eterna pregunta sobre tu identidad, que sabes que por mucho que expliques nunca se darán por vencidos ni satisfechos y volverán a la carga; las fiestas y ceremonias, con sus misterios, su fe popular, sus incoherencias y contradicciones; o los paisajes, interiores y exteriores, retratados con planos detalles o con gran panorámica, entre otros aspectos. Se desprende un cierto aire bucólico, de elogio y añoranza de la sencillez, con una fotografía que capta momentos de sublime belleza en los que la cámara se recrea que estilizan lo que a primera vista podríamos calificar de tosco o áspero. Sin embargo, el resultado final, adolece de ritmo, resultando una complaciente ensoñación.